ILUMINAR LA OSCURIDAD
La ley judía establece que la januquiyá debe encenderse después de anochecer, lo que nos enseña que no hay que decepcionarse ante la «oscuridad» que prevalece a nuestro alrededor. Debemos recordar que apenas un poco de luz disipa mucha oscuridad; lo mismo que ocurre con el mal, al que debemos enfrentarnos haciendo el bien.
INCREMENTAR LA LUZ
En cada una de las noches de Janucá se agrega una luminaria. Esto nos enseña que siempre debemos incrementar nuestro desarrollo espiritual, sin conformarnos con el que tenemos.
Si se nos otorga un día más es para llevar a cabo algo positivo que todavía no hemos logrado. Fue el milagro del primer día de Janucá el que posibilitó el de los siete días que siguieron.
SERVIR A LOS DEMÁS
El shamash se coloca más alto que las demás velas para demostrar el valor que le damos a quien presta un servicio.
Las velas de Janucá son sagradas, el shamash o piloto no lo es: solo sirve para prender el resto de las velas.
El shamash se equipara a aquella persona que, al esforzarse por alumbrar a los demás espiritualmente, logra también su propio ascenso.
COMPARTIR EN FAMILIA
Janucá es una ocasión muy especial para compartir en familia. Las reuniones en torno al encendido del candelabro pueden servir para disfrutar de la alegría de la festividad, estrechar lazos e intercambiar reflexiones.
No hay que olvidar que los recuerdos más preciados están relacionados con la calidez de los sentimientos que se forjan cuando se rememoran momentos especiales compartidos con familiares y amigos.
Gracias a la Revista Rumbo a Tu Judaismo!
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